Los arqueólogos creen que la Roca Sagrada no se colocó al azar, sino que se situó meticulosamente para alinearse con la Montaña Yanantin. En lugar de tallarlo en algo nuevo, los incas resaltaron su forma natural y lo integraron en un complejo ceremonial más amplio. Los bajos muros de piedra que lo rodean sugieren que fue enmarcado deliberadamente, una sorprendente mezcla de geología e intención humana. Esta combinación de monumento natural y recinto arquitectónico refleja la avanzada ingeniería de los incas y su profundo respeto por la tierra como fuerza viva.